Susana Viau tenía una costumbre. Todos los días, cuando se sentaba, saludaba a sus compañeros de escritorio con una pregunta: “¿novedades?”. Escuchaba; se interesaba por los otros; recién entonces contaba las suyas. Tenía nombre, pero también una trayectoria de años que lo avalaba, y sin embargo siempre elegía ser una par. Compañeros nuevos, de años, de otras secciones, de otras áreas, por todos se podía interesar, y también con todos podía discutir. En nuestras asambleas, siempre estuvo del lado de los trabajadores, en ocasiones acompañando al colectivo aun con disidencias. Siempre aportó al debate, hablando con voz bajita, muchas veces en susurros, invariablemente dispuesta a fortalecer nuestra asamblea.
Fue maestra de periodismo para muchos de nosotros. No necesitaba la distancia ni la solemnidad para enseñar: le alcanzaba con trabajar. Las anécdotas sobran. Durante años, compartió escritorio con los compañeros de Deportes. Todavía hoy recuerdan cierta conversación telefónica con un legislador; la tensión del principio se convertía en gritos. Al cabo de un instante, Susana estalló:“usted es mi senador, yo no soy su periodista”. Cualquiera podía saber que el viernes había estado cerrando su nota de domingo hasta tarde con sólo ver el escritorio: pilas de papeles, colillas de parisiennes, restos de algún café.
Hablaba de fútbol con la misma pasión que de política. Sus opiniones eran contundentes; su información, también. No era mezquina con los datos, tampoco con los contactos; cualquiera podía consultarla.
La Susana Viau que recordamos sus compañeros era una profesional seria, generosa y solidaria; una persona cuya muerte lamentamos.
Asamblea de trabajadores de Página/12